viernes, 29 de noviembre de 2013

Novela "LOS TELEPIRATAS" de Roy Berocay

CAPÍTULO 11:

Era un día impresionante, un día de sol, limpio y transparente para salir a andar en bicicleta. Además Gabriel se sentía aliviado porque había tomado una decisión. Se vistió, desayunó, abrió la puerta y salió en su bicicleta como un héroe a cumplir su misión secreta.
Todo parecía tranquilo, había poco tráfico en la avenida y hacía algo de calor por lo que Gabriel se puso a pensar en que iría a bucear con José apenas tuviera unos días libres.
Llegando a la casa de Ramón todo cambió, frenó de golpe y casi se cayó porque el camión de los tipos raros estaba parado frente a su casa.
Su corazón empezó a sonar como una batería de rock, le temblaban las manos y las piernas.
Rápidamente volvió a su casa para llamar a su papá por teléfono y avisarle. Pero Ramón nunca contestó.
Gabriél salió en su bicicleta lo más rápido que pudo y volvió a la casa de Ramón.
Los hombres de las maquinitas estaban convencidos que allí vivía el pirata de la televisión.
Entonces, en un acto de gran valentía, Gabriel entró por el jardín de un vecino, a la parte de atrás de la casa de su papá. Las puertas estaban cerradas, solo había una pequeña ventana circular pero estaba muy alta y no había nada alrededor que le sirviera para treparse.
En ese momento sonó el timbre. Eran los hombres de los aparatitos.
Gabriel necesitaba ayuda por eso salió corriendo hasta la casa de Rodrigo a buscarlo para salvar a su ¨VIEJO¨.
Rodrigo lo acompañó, se paró debajo de la ventanita y Gabriel trepándose a sus hombros entró a la casa. Corrió hasta el cuarto secreto,desconectó las computadoras y las tapó con unas sábanas.
Mientras tanto los hombres pedían a gritos que abrieran la puerta.
Gabriel, sudando y temblando, con cara de niño inocente abrió la puerta. Los hombres querían entrar, estaban muy enojados. Rodrigo haciéndose pasar por su  hermano mayor, lo ayudó.
En ese momento, Ramón y Laura aparecieron caminando tranquilamente por  la vereda abrazados como noviecitos. A Gabriel se le congeló la sangre.
Los hombres malos acusaron a Ramón de ser el pirata de las comunicaciones. Él se hizo el tonto y el desentendido.
Después llegó la policía.

Mientras discutían, se escuchó una voz de mujer viejita que se acercaba por la vereda con una sonrisa que por poco no se le enganchaba en las orejas. Era la señora Ana...
ILUSTRACIÓN DE FRANCO

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