jueves, 29 de agosto de 2013

LEYENDA DEL ÑANDÚ

Hace muchos, muchísimos años, habitaba en las tierras mendocinas una gran tribu de indígenas muy buenos, hospitalarios y trabajadores. Ellos vivían en paz, pero un buen día se enteraron que del otro lado de las cordilleras y desde el norte de la región se acercaban aborígenes feroces, guerreros, muy malos.
Pronto, los invasores rodearon la tribu de los indios buenos, quienes decidieron pedir ayuda a un pueblo amigo que vivía en el este.
Pero, para llevar la noticia  era necesario pasar a través del cerco de los invasores, y ninguno se animaba a hacerlo.
Por fin, un muchacho como de veinte años, fuerte y ágil, que se había casado con una joven de su tribu no hacía más de un mes, se presentó ante su jefe. Resuelto a todo, se ofreció a intentar la aventura, y después de recibir una cariñosa despedida de toda la tribu, muy de madrugada, partió con la compañía de su esposa.
Marchando con el incansable trotecito indígena, marido y mujer no encontraron, sino hasta el segundo día, la avanzada enemiga. 
Sin separarse ni por un momento y confiando en sus ágiles piernas, corrían, saltaban, evitaban los lazos y boleadoras que los invasores les lanzaban.
Perseguidos cada vez más cerca por los feroces guerreros, siguieron corriendo siempre, aunque muy cansados hacia el naciente.
Y cuando parecía que ya iban a ser atrapados, comenzaron a sentirse más livianos; de pronto se transformaban. Las piernas se hacían más delgadas, los brazos se convertían en alas, el cuerpo se les cubría de plumas. Los rasgos humanos de los jóvenes desaparecieron, para dar lugar a las esbeltas formas de dos aves de gran tamaño: quedaron convertidos en lo que, con el tiempo, se llamó ñandú.
A toda velocidad, dejando muy atrás a perseguidores, llegaron a la tribu de sus amigos. Estos, alertados, tomaron sus armas y se pusieron en marcha rápidamente. Sorprendieron a los invasores por delante y por detrás, y los derrotaron, obligándolos a regresar a sus tierras.
Y así cuenta la leyenda que apareció el ñandú sobre la Tierra.    

Leyenda recopilada por Sofía, alumna de 5to "B"








LA LEYENDA DEL GIRASOL


Pirayú era cacique de una tribu que vivía a orillas del Río Paraná. Mandió era cacique de una tribu vecina. Pirayú y Mandió eran buenos amigos. De ahí que sus pueblos intercambiaban en paz artesanías y alimentos.
Cierta vez, Mandió tuvo la gran idea de unir a las dos tribus, y por eso pidió en matrimonio a la hija de Pirayú.
- Para estar siempre unidos quiero casarme con tu hija - dijo a su amigo. - Imposible - respondió preocupado Pirayú. Y contó en seguida a Mandió que su hija no se casaría con ningún hombre porque había ofrecido su vida al dios Sol.
Ante la incredulidad de Mandió, Pirayú explicó: -Carandaí, mi hija, desde muy pequeña pasa las horas contemplando al sol. Sólo vive para él. Por eso los días nublados la ponen tan triste.
Mandió se alejó disgustado y prometiendo venganza.
Los días pasaron hasta que cierta vez andaba Carandaí con su canoa contemplando la caída del sol en medio del río cuando, de pronto, vio resplandores de fuego sobre su aldea. Remó rápidamente hacia la orilla, pero, cuando intentó desembarcar, unas barras gruesas de madera trabaron sus movimientos.
- ¡Ajá! Tendrás que pedirle a tu dios que te libere de mi venganza - dijo Mandió.
- ¡Oh Cuarahjí! ¡Mi querido sol! - susurró Carandaí. - No permitas que Mandió acabe conmigo y mi pueblo. No lo permitas mi dios...
Y no había terminado de hablar cuando Cuarajhí, el sol, envió a la joven un remolino de rayos potentes que la envolvieron y la hicieron desaparecer de la vista de Mandió.
Allí donde había estado Carandaí, brotó una planta esbelta y hermosa con una flor dorada que, al igual que la princesa, siguió siempre, con su cara al cielo, los rumbos del sol.


Leyenda recopilada e ilustrada por MARCOS de 5to "B"


EL CRESPÍN

El Crespín es un ave solitaria que puebla los bosques del Chaco y los montes santiagueños, también se lo ve por todo el litoral. Su característica es la de emitir un silbido particular durante su período anual de celo, que coincide con las festividades de los Santos Difuntos, en el verano sudamericano. Pero además, este pájaro también tiene una historia y es la siguiente...

Era un matrimonio de campesinos que se dedicaban a labrar y cultivar la tierra para poder ganar para vivir, pero mientras el hombre era trabajador, paciente y resignado, la mujer era haragana, despreocupada, sobre todo, amiga de los bailes y las bebidas, viviendo el primero, contento con su suerte, mientras que la mujer, malhumorada y triste, le amargaba la vida a cada rato. Un año en que la cosecha era más abundante que nunca, Crespín segaba su trigo bajo el sol de verano, trabajando más horas de las que podía resistir un hombre, debiendo hacerlo todo el solo, pues su mujer no era capaz de atar una gavilla de trigo. 
Un día se enfermó y solicitó a su mujer que fuera al pueblo cercano a traerle medicamentos y le recomendó que volviera pronto pues necesitaba sanar lo antes posible para continuar la cosecha. La mujer fue hacia el pueblo y se encontró con que en uno de los ranchos del camino estaban de fiesta y se acercó solamente para descansar un rato, pero se fue dejando ganar por la alegría y comenzó a beber, cantar y bailar. El chipá, la caña, los chamamés y polcas despertaron en ella su afición de siempre y se entregó a la diversión ciegamente. 
Cuando más entretenida estaba, la vinieron a llamar, pues su marido se había agravado y reclamaba la presencia de ella, pero lejos de correr en presencia de su moribundo marido, dijo que la vida era corta para divertirse y larga para sufrir. Lo mismo respondió al segundo y tercer día que la vinieron a buscar y avisarle que su marido se moría, y cuando finalmente le avisaron que ya había muerto, no dio importancia y siguió bailando. 
Unos vecinos piadosos y condolidos de la suerte del pobre CRESPÍN, lo velaron y enterraron sin que la mujer interviniera para nada, que tan ocupada estaba en divertirse. 
Finalmente, pasados varios días y cuando ya la diversión finalizaba, regresó la mujer a su hogar y se encontró en la más terrible soledad. Lloró y sufrió su pena, y durante varios días y noches deambuló por los campos, llamando a su marido. Enloquecida de dolor , le pidió a Dios que le diera alas para proseguir su búsqueda, y Dios la convirtió en ave. 
Desde entonces, es el pájaro huraño y solitario que en las épocas de las cosechas llama a su compañero con dolido acento: Crespín... Crespín... Crespín...

Leyenda recopilada e ilustrada por Guillermo 5to "B"







viernes, 23 de agosto de 2013

LA LEYENDA DEL PEHUÉN


Desde siempre Nguenechén hizo crecer el pehuén en grandes bosques, pero al principio las tribus que habitaban esas tierras no comían los piñones porque creían que eran venenosos. Al pehuén o araucaria lo consideraban árbol sagrado y lo veneraban rezando a su sombra, ofreciéndole regalos: carne, sangre, humo, y hasta conversaban con él y le confesaban sus malas acciones.
Los frutos los dejaban en el piso sin utilizarlos. Pero ocurrió que en toda la comarca hubo unos años de gran escasez de alimentos y pasaban mucha hambre, muriendo especialmente niños y ancianos. Ante esta situación los jóvenes marcharon lejos en busca de comestibles: bulbos de amancay, hierbas, bayas, raíces y carne de animales silvestres.
Pero todos volvían con las manos vacías, pareciendo que Dios no escuchaba el clamor de su pueblo y la gente se seguía muriendo de hambre. Pero Nguenechén no los abandonó, y sucedió que cuando uno de los jóvenes volvía desalentado se encontró con un anciano de larga barba blanca.
-¿Qué buscas, hijo? -le preguntó.
-Algún alimento para mis hermanos de la tribu que se mueren de hambre. Pero por desgracia no he encontrado nada.
-Y tantos piñones que ves en el piso bajo los pehuenes, ¿no son comestibles?
-Los frutos del árbol sagrado son venenosos abuelo -contestó el joven.
-Hijo, de ahora en adelante los recibiréis de alimento como un don de Nguenechén. Hervidlos para que se ablanden o tostadlos al fuego y tendréis un manjar delicioso. Haced buen acopio, guardadlos en sitios subterráneos y tendréis comida todo el invierno.
Dicho esto desapareció el anciano. El joven siguiendo su consejo recogió gran cantidad de piñones y los llevó al cacique de la tribu explicándole lo sucedido.
Enseguida reunieron a todos y el jefe contó lo acaecido hablándoles así:
-Nguenechén ha bajado a la tierra para salvarnos. Seguiremos sus consejos y nos alimentaremos con el fruto del árbol sagrado que sólo a él pertenece. Enseguida comieron en abundancia piñones hervidos o tostados, haciendo una gran fiesta.
Desde entonces desapareció la escasez y todos los años cosechaban grandes cantidades de piñones que guardaban bajo tierra y se mantenían frescos durante mucho tiempo.
Aprendieron también a fabricar con los piñones el chahuí, bebida fermentada. Cada día, al amanecer, con un piñón en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol:
"A ti te debemos nuestra vida y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro padre, que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se propagan nuestros descendientes, cuya vida te pertenece, como te pertenecen los árboles sagrados".

PEHUÉN ES UN ÁRBOL EXTRAORDINARIO DE LAS LADERAS Y LOS VALLES DE NEUQUÉN.
LEYENDA MAPUCHE
RECOPILADA POR ABIGAIL 5to B





ROY BEROCAY

Roy Marcos Berocay nació el 5 de enero de 1955 en Montevideo. 
Es un escritor, músico, compositor y periodista uruguayo reconocido por ser un importante exponente de la literatura infantil.  
Es casado y tiene cinco hijos.
Vivió con sus padres en Chicago, Estados Unidos desde 1964 hasta 1969. Cursó estudios secundarios en el Liceo de Atlántida. 
En la adolescencia integró distintos grupos de rock, como "Silos" o "Dekada". Luego fue guitarrista y cantante del grupo de rock y blues "El Conde de Saint Germain" y miembro de la banda de rock "La conjura" hasta 2008. Desde entonces integra junto a dos de sus hijos, Pablo y Bruno, el "Trío Ruperto Rocanrol", de música infantil. 
Fue cronista policial y colaboró con distinta revistas.
En 1985 escribió su primera novela "Pescasueños". 
En 1989 inició su carrera como escritor de literatura infantil con Las aventuras del Sapo Ruperto. Desde entonces ha ganado cuatro veces el premio Bartolomé Hidalgo, entre otros.
 Sus libros también se han publicado en Argentina, Brasil, México, Colombia, Bolivia, Perú y Venezuela.
En 1999 publicó la novela "LOS TELEPIRATAS", que estamos leyendo.

XIMENA 6to "B"
ROY BEROCAY


viernes, 9 de agosto de 2013

LA LEYENDA DE LA YERBA MATE

Cuenta una vieja leyenda guaraní que Yasí, la diosa Luna, hace muchísimo tiempo quiso conocer la tierra y ver con sus propios ojos todas las maravillas que apenas podía ver entre la espesura de la selva, allá abajo. 
Un día, con su amiga Araí, la diosa Nube, bajaron a la tierra en la forma de dos jóvenes hermosas. Cansadas de recorrer todo y maravillarse, buscaron un lugar donde descansar. Vieron una cabaña entre los árboles. Cuando se dirigían hacia ella para pedir donde dormir, descubrieron, agazapado, un yaguareté acechándolas en una roca cercana. Súbitamente, saltó sobre ellas con las zarpas listas. Al momento, se oyó un silbido. El yaguareté cayó atravesado por una flecha, herido de muerte. El salvador era un cazador que al ver a las jovencitas indefensas, se compadeció y también les ofreció la hospitalidad de su casa. Las muchachas aceptaron y lo siguieron hasta la cabaña que habían visto antes. Al entrar el hombre les presentó a su esposa y a su joven hija, la que, sin pensarlo dos veces, les ofreció una rica tortita de maíz, su único y último alimento. Cuando  las mujeres fueron a buscar el mejor sitio para las visitas, el cazador les contó que decidieron vivir solos en el monte, alejados de su tribu, para salvar y conservar  las virtudes, regalo de Tupá, que tenía su bonita y bondadosa hija, un tesoro para ellos. Pasaron la noche y a la mañana siguiente, Yasí y Araí agradecieron sinceramente a la familia su hospitalidad y se alejaron.
Una vez en el cielo, Yasí, no pudo olvidar su aventura en la tierra. Cada noche que veía al cazador y a su familia, recordaba su valentía y generosidad. Sabiendo de su sacrificio filial, decidió premiar a su salvador con un valioso regalo para él y para el tesoro que tanto cuidaban: la hija. 
Cierta noche, Yasí  recorrió los alrededores sembrando unas semillas mágicas. A la mañana, nacieron y crecieron unos árboles de hojas color verde oscuro con  pequeñas flores blancas. El hombre y su familia, al levantarse, contemplaron asombrados estas plantas desconocidas que aparecieron durante la noche. De repente, un punto brillante del cielo descendió hacia ellos con suavidad. Reconocieron a la doncella que durmió en su casa.
—Soy Yasí, la diosa Luna —les dijo—. He venido a traerles un presente como recompensa de vuestra generosidad. Esta planta, que llamarán “caá”, nunca permitirá que se sientan solos  y será para todos los hombres, un especial símbolo de amistad. También he determinado que sea vuestra hija la dueña de la planta, por lo que, a partir de ahora, ella vivirá por siempre y nunca perderá su bondad, inocencia y belleza. 
Después de mostrarles la manera correcta de secar las hojas, Yasí preparó el primer mate y se los ofreció. Luego, regresó satisfecha a su puesto en el cielo.
Pasaron muchos años y luego de la muerte de sus padres, la hija se convirtió en la deidad cuidadora de la yerba mate, la Caá Yarí, esa hermosa joven que pasea entre las plantas, susurrándoles y velando su crecimiento. A ella, también confían su alma los trabajadores de los yerbales…

Leyenda guaraní recopilada e 
ilustrada por Rocío, alumna de 5to "B".


LA LEYENDA DEL CEIBO

Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná vivía una indiecita fea, de  rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos y su libertad.

Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.

El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Estos, en venganza por la muerte del guardián le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.

La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia  la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.

Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante al espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.

LEYENDA RECOPILADA POR ANTONELLA, CAROLINA Y ALEJANDRO 5to "B"
ILUSTRADA POR ALEJANDRO